The Humans: la familia, esa institución aterradora…

The Humans es de esas películas que ves, te fascinan y después siguen germinando en tu cabeza durante los días posteriores. Y es que no solo es enigmática, bellísima e inclasificable sino que está filmada con una delicadeza sublime y un gran amor por los detalles, por la luz y por lo oculto. Este este largometraje es del dramaturgo y libretista libanés-americano Stephen Karam y se trata de la adaptación de su propia obra de teatro, «The Humans» (2021), con la que fue finalista para el premio Pulitzer y ganador del premio Tony a Mejor Obra.

Una cena familiar de Acción de Gracias llena de luces y sombras…

The Humans empieza con una reunión familiar como cualquier otra protagonizada por un interesantísimo elenco de actores: Richard Jenkins, Jayne Houdyshell, Amy Schumer, Beanie Feldstein, Steven Yeun y June Squibb. El escenario en ocasiones claustrofóbico es el nuevo apartamento de una de sus hijas, Brigid, ubicado en el barrio de Chinatown en Nueva York. En un principio, esta velada navideña en familia sucede con normalidad… hasta que salen a la superficie críticas y resentimientos que van tensionando el ambiente.

El ritmo del film es vital y muy certero para que podamos sumergirnos en esta historia en la que aparentemente parece que «no sucede nada» más allá de las típicas rencillas entre padres e hijos… Stephen Karam se toma su tiempo y esto es clave para conocer a cada miembro de la familia y sus interacciones con el resto. Y a partir de ahí es cuando se va maquinando la trama, casi a cuentagotas…

La familia, esa institución aterradora…

Dice el refrán que «las apariencias engañan» y en este caso no podría ser más acertado. Porque lo que en un principio parece estar en equilibrio, empieza a resquebrajarse a medida que pasan las horas y que situaciones sin transcendencia derivan en graves reproches, que desvelan otros dramas desconocidos hasta esa noche.

Cada uno de los seis miembros de esta familia digamos que tiene un trauma y/o un secreto que no desean desenmascarar (al menos esa noche especial), pero que por empatizar y/o porque no queda más remedio se ven abocados a destaparlo. Y todas esas tinieblas internas mezcladas con poca empatía y habilidades sociales, una honestidad no demandada y mucho resquemor… provocan la tormenta perfecta.

Karam manifiesta una elocuente mirada sobre la naturaleza humana y la familia, que muchas veces se ve forzada a convivir debido al vínculo consanguíneo.

Y es que ya sabemos que el vínculo de la sangre no garantiza nada, más allá de lo que el rodillo judeo-cristiniano pretende unir casi de forma mágica. Porque las relaciones hay que trabajarlas día a día, sin dar nada por sentado ni dejar que agonicen como en el caso de la familia Blake. Todos ellos están rotos por diferentes partes y su único pegamento para no dinamitarlo todo es el hecho de que son familia… Un argumento poco sólido y que no modifica el rumbo de su irremediable deriva.

¿Es una peli de terror?

No. Aunque, como os decíamos al inicio, el ambiente lúgrube en un piso sin apenas muebles ni decoración y totalmente en penumbra, propicia que estemos viéndola en un estado de hipervigilancia por aquello de avanzarnos al posible susto… Sin embargo, podríamos asegurar que en parte es de terror, psicológico, por lo oscuro que habita en cada uno de sus miembros. Ya sea odio, rabia, frustración, recelos, envidias… Toda esa mezcolanza es la que Stephen Karam utiliza para enmarcar a su primer film en una categoría abstracta, donde el misterio de los miedos existenciales se revela ante los espectadores, generando diferentes significados.

En The Humans no hay una maldición, ni monstruos ni nada sobrenatural, pero son las sombras interiores las que más miedo producen y las que convierten situaciones ordinarias en algo repulsivo y voraz.

Una casa que «muta» a partir de las emociones de sus habitantes

Otra premisa que pone sobre la mesa el director es la capacidad que pueden tener las emociones humanas, sobre todo si son «malas», de influir y cambiar la realidad física de un espacio. Algo que se muestra en el ruido de las tuberías, en la luz de la casa, en la mutabilidad de ciertas manchas en las paredes, etc… De hecho, puede que lleguéis a sentir que la casa está viva y que se va transformando con las emociones de sus moradores.

Cada pequeño detalle se hace más repugnante a medida que las discusiones aumentan de tono y crueldad, y eso se refleja en la casa.

Lo mejor: la cotidianidad y naturalidad de sus personajes, ya que consiguen que entres en la historia inmediatamente. Otro de los atributos de la película es que no se prodiga en dar explicaciones y deja en nuestras manos las conclusiones finales. También queremos destacar el gran trabajo musical de Nico Muhly, la edición de Nick Houy (Ganador del premio Emmy por su trabajo en la miniserie de HBO «The Night Of») y la dirección de fotografía por parte de Lol Crawley, quien crea un escenario de tensión irrespirable.

Lo peor: Quizás echamos de menos que el director hubiese ahondado más en el lado grotesco de cada una de las intrahistorias de esta familia. Nos hubiera encantado conocer en profundidad los entresijos de cada uno de ellos.

Disponible en Filmin.


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