Uno de los temas a reflexionar y que esta serie pone sobre la palestra es qué cosas estaríamos dispuestos a sacrificar para lograr nuestros sueños. Sobre todo teniendo en cuenta que nada ni nadie puede garantizarnos que, tras ese esfuerzo que implica muchas renuncias, luego vayamos a recibir todo aquello que deseábamos. Al menos, de la misma manera que lo habíamos imaginado. Food for thought.
De hecho, algo así es lo que sucede en «Beef» y muchas veces también en la vida. Nos marcamos objetivos muy altos, vamos a por ellos no matter what, renunciando a pasar tiempo con las personas que queremos o a nuestro cuidado y bienestar, y todo ello porque creemos que esos logros nos aportarán la felicidad que tanto ansiamos. Pero lo que sucede en algunos casos es que una vez alcanzada tan dura cima… nos sentimos igual o peor, ya que lo material no lleno el vacío interior.
Como podréis comprobar, este asunto forma parte de la columna vertebral de la serie, en la que sus increíbles protagonistas, Amy Lau (Ali Wong) y Danny Cho (Steven Yeun), nos demuestran en sus propias carnes que el éxito económico no es sinónimo de felicidad ni de satisfacción.
Los traumas no gestionados siempre acaban llamando a la puerta…
Otro punto a favor en «Beef» es cómo va desgranando las historias personales de los dos personajes protagonistas, desde el momento actual hasta sus infancias, en las que, como se puede ver, ninguno de los dos era muy feliz… Este gesto es esencial para humanizarlos más si cabe y para empatizar con ambos, dejando los juicios a un lado y sintiendo compasión por ellos. Y es que los traumas infantiles dejan una gran lacra en nuestras vidas, y por ello es necesario repararlos para convertirnos en adultos sanos, psicológicamente hablando.
En este caso, Amy y Danny viven una vida donde la apariencia está en el centro de la ecuación. Los dos están frustrados con sus vidas, sus egos están heridos, viven anhelando una vida mejor, soterran sus frustraciones para simular que son felices y que las cosas van bien e idealizan la vida de los otros y su propia «potencial vida perfecta», en la que todos sus problemas estarán resueltos. Realmente no son capaces de ser ellos mismos y de vivir su vida tal y como son, ya que ambos están muertos de miedo. Temen perder, estar solos, fracasar, ser descartados, no ser queridos o que descubran sus debilidades… Un conjunto de pesares que se gestaron en sus infancias, cuando fueron vapuleados, repudiados, ignorados… y fueron incapaces de defenderse y de afrontar esas situaciones. De ahí que de esos lodos se haya ido alimentando esa ira, que en ambos casos brota para protegerse, pero de una manera totalmente descontrolada y enfermiza.
“Amy y Danny protagonizan un día de furia que parece no tener fin. Vienen de dos mundos diferentes pero en realidad son la cara de una misma moneda.”
Live your life at the fullest
Sin querer desvelaros mucho más… os recomendamos muchísimo que la veáis. Es absolutamente maravillosa. Sobre todo su último episodio, que es épico, y que nos recuerda que la vida es una y que la mejor decisión consiste en vivirla siendo nosotros mismos, sin replicar patrones tóxicos que nos limiten y nos hagan sufrir (¡Hola terapia!), sin estar condicionados por el que dirán o por las expectativas de los demás y sin una coraza excesivamente dura que nos proteja en exceso y que por ende nos impida vivir o sentir…
Deja un comentario